El parque estaba justo en frente del circo, así que íbamos allí todo el día, jugábamos y ya está.
Una vez me adentré en la carpa para buscarles, porque no aparecían. Por aquella época, en mi mente todavía poco desarrollada y confusa, no llegué a la conclusión de que la gente vivía en las caravanas y no dentro de la carpa. Recuerdo que, evidentemente, alguien de dentro, quien por cierto estaba llevando palomas blancas de un lado a otro, me dijo que no podía estar ahí.
Yo asustada, salí corriendo. Ni siquiera tuve el valor de decir que era amiga de los chicos, así que esperé fuera. Tampoco tenía dinero para ver el espectáculo ni me atreví nunca a preguntar si me invitarían. Así que el circo se fue y jamás vi su actuación. Solo conocí a dos chicos, que para mi fueron especiales en su momento. Dos chicos que estoy segura de que, a día de hoy, ni por poco se acuerdan de mi.
Pasó mucho tiempo hasta que volví a acercarme a un circo. Habían pasado por allí, pero jamás les presté atención. Tenía buenos recuerdos, pero no tenía dinero ni tenía nada. Entonces, una navidad, me regalaron un libro. "El nombre del viento", el cual hablaba de la historia de un niño circense y sus habilidades. Me quedé prendada de ese libro, hasta ser mi favorito incluso en la actualidad, y no pude evitar recordar a aquellos chavales, de haría en aquel momento seis años atrás.
A los pocos meses, apareció un circo en el pueblo. Era el Circo Piraña Show. Me metí en el terreno antes de los días de espectáculo y me encontré a una chica rubia, a la cual le pregunté varias cosas sobre su mundo, y ella, seguramente abrumada por mis preguntas, me dijo cuando había espectáculo. Después super que se llamaba Patricia. Me entraron unas ganas irremediables de ir, pero no quería ir sola, así que le pedí a mi mejor amiga, Yaiza, a la cual he llamado siempre Kari, que viniese conmigo. Y vino.
Entramos ambas, pagando nuestras entradas, y al salir, quise felicitar por el espectáculo al director. Me quedé hasta que se fue todo el mundo esperando en la salida de la carpa, para preguntar a la gente, y entre unos y otros, me derivaron al final ante Fabio Zavatta.
En aquel momento no sabía su nombre, de hecho lo averigüe bastante después.
Recuerdo que le empecé a felicitar pero el, aunque contento, estaba un poco a otra cosa. Pegó un grito en italiano, idioma el cual por aquel entonces no entendía, y apareció un chaval frente a mí. Ese era Aris, su hijo. Apareció otro chico, el cual no diré su nombre por si causase algún problema, pero al cual recuerdo vagamente. Sabía que habían tres niñas por ahí pero no dieron señales de vida. Sin embargo, de una forma u otra, acabamos pasando la tarde jugando con esos niños.
Al día siguiente, quise volver a ir. Pero tampoco sola, así que recurrí por preguntarle a mi madre, quien muy forzosamente cedió y nada más terminar el espectáculo, aunque le gustó, se marchó.
Recuerdo estar dibujando en la arena ese día, y que todos los chavales vinieran a preguntar, a ver. Recuerdo encontrarme con Marc, un viejo amigo de mi infancia, padre de un compañero de mi escuela. Esa tarde, también la pasé con los chicos, y un poco con Erin, quien apareció para presentarse.
En aquella época yo lo estaba pasando fatal. Estaba teniendo un mal momento con mi pareja y mi única amiga no podía dedicarme todo el tiempo que yo quisiera que me dedicase.
El día siguiente, mi pareja me dejó. No sabía que hacer ni donde ir. Ese día llovía, lo recuerdo.
Me dirigí al circo, ya sin dinero, sin nada, aunque fuese para escuchar las risas y los aplausos desde fuera, escuchar la música. Me pasé llorando un buen rato y cuando pude parar, me acerqué a la carpa un poco más, a la espera de que saliese alguien conocido. ¡Y lo hizo!
Apareció Aris, vestido de payaso, quien a un grito intentendible para mí, hizo venir a Erin.
Esta me llevó dentro, sin más, cogida de la mano, y se sentó a mi lado, aun vestida de traje.
Al salir esa tarde tras la primera función, pude ver y conocer a mucha gente, aunque en ese momento, creía que les olvidaría fácilmente. Recuerdo que estaban una mujer de pelo oscuro y largo, otra de pelo rubio atado a una coleta, tres niños rubitos y muy traviesos y una bebé adorable. Pasé esa tarde con Erin y todos los niños, menos el final del espectáculo, jugando. Y al terminar la segunda función, ya todos se iban. Ese día me presentaron a dos chicas más las cuales no diré sus nombres por si fuese un problema y sobretodo, a Kelly.
Volví el día siguiente, y el siguiente y todos los días que estuvieron allí. Me di cuenta de que con quien mas afinidad tuve, fue con la ultima persona que conocí; Kelly. Me lo pasé como nunca, riendo, jugando, hablando y conociéndoles. Recuerdo lo mágico que se torno para mi el olor a diesel, a algodón de azúcar, a palomitas. El olor del barro, incluso. Son olores que acogí como sinonimos de la felicidad. Lo que para mí fue la felicidad.
Lo pasé tan bien esos días, que superé sin miedo ni obstáculos mi ruptura reciente. Me sentí tan bien, que desde entonces hasta hoy, les considero parte de mi familia. Especialmente a esos tres chiquillos, los hermanos Zavatta Pellegrini.
Sin embargo, sentí como se me caía el mundo encima en el momento en el que, por cuestiones lógicas, recordé que debían irse. Me parece que nunca he sentido tanto vacío como el de aquella vez. Desde entonces, ese descampado ha sido un lugar especial para mí. Cuando me estreso, cuando salgo corriendo de casa, termino allí. Es mi nuevo sitio de pensar, mi sitio de llorar, mi sitio de coger aire y recordar las cosas bonitas cuando el presente me hace pasar un mal trago.
Una vez que se fueron, intenté ir a verles muchas veces. De las cuales la mayoría fracasaba y cuando conseguía ir, siempre era menos tiempo del que podía. Reconozco que cada vez que iban a un pueblo nuevo, hacían amigos nuevos y eso me ponía celosa, pero, ¿quien era yo para prohibirles semejante cosa? ¿Quien era yo para demostrar esos celos?
Al tiempo recuerdo conocer a una familia nueva, solo padre e hijo, ambos fakires, con el mismo nombre. Para mi que eran buena gente, pero como a veces pasa, desaparecieron, y como no tengo la confianza suficiente con ellos no diré sus nombres. Aunque si es cierto que llevo dando nombres sin asegurar nada, y si molestase a alguien o alguien quisiera que diese el suyo, no tendría problema en cambiarlo.
Pasó el tiempo, no demasiado, y tuve una iluminación en los ojos. Eran carteles en los que anunciaba que el Circo Marton haría espectáculo en mi pueblo. En una zona muy lejana, alejada del resto de la civilización, ¡pero lo harían! Me las apañé para ir, no recuerdo ni con quien, supongo que con mi madre. Recuerdo haber ido con amigos varias veces, pero eso a tiempos distintos. Allí ocurrieron más cosas.
Al salir, volví a encontrarme con viejo amigo Marc, el cual vivía bien cerca de allí. Y sin saber bien como, así de la noche a la mañana, me ofrecieron un contraro: cuidar de sus hijos.
Si bien sus caras me sonaban, no les había reconocido. Pero a los niños si, ¡vaya que sí!
¡Eran los mismos niños con los que había estado jugando en el descampado del centro del pueblo cuando el Piraña Show vino! Resultó que eran primos y familiares del otro circo. Me pareció muy curioso y muy bonito.
Pasé un verano con ellos, cuidando de los niños como medianamente pude. Conociendo a todos sus integrantes y viendo a Marc cada día, que por lo visto en la estancia del circo allí, se había hecho también buen amigo de todos, así como su mujer y sus hijos. Ese verano ha sido hasta hora diría que el más inolvidable de todos. No diré que acabó bien, porque no pude soportar que se fuesen y el último día no me presenté. Pido perdón desde aquí, como lo he hecho tantas otras veces desde tantos lugares.
Allí conocí a magníficas personas, entre las cuales me tomo el lujo de nombrar a Jaume, aunque siempre le llamé Giampo, quien me enseñó a tocar la guitarra. Al menos lo poquito que sé. Y incluso descubrí que, el primer contacto que tuve con el circo en mi vida, estaba conectado a ese. Puesto que uno de los niños que conocí en el Circo Universal cuando tenía diez años, era hijo nieto del dueño del Circo Marton, en paz descanse.
Después de eso, y sobretodo durante ese tiempo y siempre junto a Marc, quien nunca tenía problema en llevarme a un sitio o a otro, fui a ver a los del Piraña muchas veces. Cada vez juraría que era más amiga de Kelly, hasta ser hoy una de las personitas que más me importan, a pesar de lo poco que podamos vernos, de lo poco que podamos hablar.
En definitiva, yo pasé mucho tiempo alejada de ese mundo, pero desde que lo descubrí de cerca, solo he visto cosas buenas y no he hecho más que enamorarme y enamorarme de él. De un mundo el cual para mí, parece ser inalcanzable a pesar de tenerlo tan cerca siempre, a pesar de todo.
He conocido a mucha otra gente maravillosa, y aquí me tomo el lujo de nombrar a Angelo, Vanesa o Alex, con quienes a día de hoy todavía mantengo el contacto. Incluso, a la mayoría de esta gente la conoce mi actual pareja, porque no iba ni a negarle ver este mundo ni a dejarles de lado por nada. Porque para mi, ellos son mi familia. Más que mucha de mi familia sanguínea, ellos han estado cuando les he necesitado, ellos siempre me han hecho reír y sentirme bien, ellos siempre, aun sin saberlo, me han curado las heridas. Por eso, y por todo, son magníficos.
Todos vosotros, chicos, de verdad, sois geniales y yo os adoro.
Ojalá tengáis un buen día hoy, y todos los demás. Hoy solo es la excusa para deciros esto, pero sabéis que os lo diría cualquier día.
Así que, sin un propósito ni un final, simplemente para desahogarme y explicar parte de mis vivencias muy resumidamente, dejo este texto en honor al día mundial del circo. Este texto que he intentado llenar de todo el amor que siento, de todos los bonitos recuerdos que guardo. Y por si fuese poco, hay más...
Porque hace tiempo, aunque diciendo casi lo mismo pero a un pasado, escribí una carta para esos tres hermanos que tanto me han marcado. Una carta pública, y la cual me tomo el lujo de volver a publicar...