Me maldigo

Maldigo el momento en que te vi. Estúpido instante lleno de extrañas emociones, como si ya te conociese, como si algo se activase.

Maldigo ese momento en que sentí que en mi pecho algo florecía, maldigo que en ese entonces no tenía espacio para dejarlo florecer. Y te vi crecer. A lo lejos, desde la distancia.

Tú mirabas hacia otra parte. Y no pasaba nada, sinceramente. Yo siempre he sido de mirar en todas direcciones, fijándome en todos los pequeños y ridículos detalles.

Pero tu mirada estaba clavada hacia un lugar en concreto. Más allá del puente. Querías cruzarlo, todos lo sabíamos. Pero te daba miedo. Sin embargo, podías. Y te empujé a ello. A que fueras, a que volaras.

Podría haber cruzado el puente contigo, pero no lo hice. Yo también tenía miedo y a mí nadie me empujaba. Podía verte desde el otro lado y con eso me bastaba. Con saber que sonreías me bastaba...

Las estaciones fueron pasando y cada vez veía más cosas nuevas. Cada vez miraba menos al otro lado del puente. Sabiendo que estabas ahí, para mí, era suficiente.

Y maldigo también la dejadez que siempre arrastro, como si el tiempo no pasase, como si nada fuese a cambiar.

Cuando tiempo después volví a mirar, tu sonrisa se había desvanecido. Aquel paraíso al que cruzaste había marchitado. Pero sentí que estaba ya muy lejos y no fui a hacer nada. Me quedé observando con tristeza y dejando el tiempo pasar.

Hasta que un día, oí "¡Ayuda!". Intentabas cruzar de nuevo el puente para volver, pero se desmoronaba ante tus pies, no podías mantener el equilibrio y a cada paso que dabas era más peligroso. En ese instante fue cuando empezó esta maldición hacia mí misma.

Cuando quería cogerte de la mano pero no llegaba. Cuando veía que estabas llorando pero no llegaba. En ese momento, una distancia que hasta entonces era pequeña y no cruzaba por miedo, pasó a ser un lugar realmente peligroso.

Te aliento a que sigas avanzando. Ojalá pudiese ir hasta ahí y sacarte en brazos pero es demasiado delicado, probablemente los dos caeríamos. Pero de nuevo, sé que puedes. Cruzarás, volarás. Y mientras desde aquí te animo, a la vez me maldigo, porque siempre me dije fiel a mi corazón pero cuando veo estos panoramas me hallo traicionándolo por miedo, dejándolo todo de lado. Al final es lo mismo que he estado haciendo siempre.

Me consuela pensar que para mí misma me decía que si alguien me volvía a necesitar ahí estaría. Y lo estuve. Pero sólo tu me llamaste. Y me hiciste recordar, revivir.

¿Cuántos habrán que me hayan necesitado y no haya mirado hacia ellos? ¿Cuántos estarán habiendo?

Ahora en mi pecho hay espacio suficiente para que florezca cualquier cosa, pero con el tiempo he descubierto que se me da mal cuidar de las flores.




Y maldigo el momento en que te vi, instante lleno de extrañas emociones. Sentimientos que no supe cuidar.

No porque me arrepienta de haberte conocido, sino porque me arrepentimiento de mi misma.


Y por eso me maldigo.