Agua de más.

El agua fluye por todos lados. Y bien es sabido que todo cuerpo con cierta densidad en un fluido flota, menos Leonardo Di Caprio, cuando te mojas fuera de agua no flotas en ningún sitio. Pero hoy el agua ha fluido demasiado por mí. El agua, y algunas magulladuras. Si es que hay días que como ya se sabe, uno no debería levantarse. Días en los que te dañas ambos pies, coges frío, comes (o intentas comer) patatas que ni siquiera se han frito pero no puedes porque te bañan con un litro de té, se te ensucia la comida ergo acabas sin comer, te tienes que cambiar de ropa tres veces, aguantar a un niño hiperactivo y salir a hacer fotocopias y informarse bajo la lluvia, todo eso, muerta de frío y con los pies que casi no puedes ni andar. Días así.

Días en los que añoras quizá la soledad, quizá el silencio. Días en los que si todo era gris, la culpa era solo tuya y no tenía importancia. A parecer de algunos, mucho más agradable que sentir que cargas a los demás con la culpabilidad de acciones no deseadas, de errores y de "sin quereres". Pero en esos momentos, si te enfadabas, era con uno mismo y no había nadie que hiciese pucheritos, se quejase de tu queja, te mirase con ojos repletos de lástima.

Sin embargo, este blog está hecho para hablar del atardecer. Para hablar de las sonrisas y de las cosas buenas. O esa era la intención. Siempre fui alguien a quien le resulta más fácil hablar de la pena, del llanto, del dolor, de la oscuridad... Un tema en el que siempre me vi involucrada.
Desde que empecé a ver el abismo, me asomé a cotillear. Y vi las sombras y los llantos, vi a la soledad riéndose de los solitarios. Vi cosas que muchos no querrían saber y me esforcé por comprender ese mundo hasta caer en la locura y adorarlo. Y probablemente sea así, lo adoro.

Pero voy a intentar hacer un esfuerzo. Voy a intentar pensar en esas conversaciones de hologramas y robots. En los libros mágicos y los niños especiales. Con pisar el algodón o no ser capaz de hacer los suficientes abdominales. Con las barras de metal, los paseos de tierra y los sueños de poseer una casa grande, compartirla, disfrutarla. Cuidar de unos perros descuidados y utilizar un buen estudio insonorizado.

Que las gotas no me mojen. Que el frío no me atrape. Guardaré silencio para guardar mi voz, mientras trato de alimentarme con algo distinto. Porque el hambre, todavía está presente.

Movimiento en el ocaso.


Sonreír. Eso es lo agradable. Poder hacer algo divertido y pasarlo bien. Desde que aprendí a mover mi cuerpo, siempre había estado activa. Nunca paraba, era un desastre. El único momento en el que se me podía ver en plena quietud, era con suerte mientras dormía. 

Supongo que el cansancio de pasar años en constante movimiento, hizo que mi cuerpo, durante una larga temporada, tuviese que descansar. Descansar mucho. Un descanso de… ¿Quién sabe?
Unos 358 días… aproximadamente. No es un cálculo asegurado.

Pero ahora, estoy recuperando esa sensación agradable. Puedo controlar mi cuerpo mejor, se cuando descansar, se cuando no hacerlo. Y tengo gente a mi lado. A veces, tengo la sensación de que podría perderles, de cómo sería vagar sin rumbo y en soledad, tal como hacía antes. Pero siempre llego a la misma conclusión: caminar unidos es más divertido. Las aventuras, están diseñadas para que las haga más de uno.

Démonos la mano para seguir al frente. Cada tarde será igual, será distinta. Nuestras sonrisas y nuestros pasos marcarán la rutina, pero la ruta cambiará, así como las conversaciones. Quizá algún día, podamos compartir algo habitualmente hasta añorarlo. Algo más que nuestra presencia. ¿Cuál sería la importancia de un helado? El verano está al borde de la esquina.

Mientras el cielo nos proteja, no importa lo largo que sea el camino. Yo creo en vosotros, y sé que vosotros creéis en mí.

Ah, y por cierto, rubia… Algún día utilizarás tu voz para mí, y serás un buen chico. Como Len.

Parte de lo mismo.

He abierto mis ojos. El sol anaranjado se filtraba a través de mis pestañas.

Al incorporarme, tuve un pequeño mareo.

¿Quien era? ¿Donde estaba? Sentía un extraño vacío en mi interior, como si me hubiesen arrebatado algo. Por más que pensase, no podía averiguar que era...

Pero esta tarde, he quedado con mis amigos y creo que lo pasaremos bien. Como una tarde más de verano, como una tarde cualquiera. Tardes en las que observo el cielo, pensando que ahí arriba me he olvidado alguna cosa. Pensando que he perdido algo importante.
Y el frío que sostengo en mi mano parece darme la razón.

-Roxas.


He vuelto al lugar del cual pertenecía. Pensaba que esto sería lo mejor y creo que estoy en lo correcto. Mi último cuerpo se desvaneció y fue consumido por el oxido. Ahora formo parte de lo que siempre formé parte. Unos recuerdos escurridizos que han decidido no desaparecer más.

Di mi vida y mi existencia por protegerte. Por eso que nunca alcanzaré a comprender, llamado "amistad". Sin embargo, al hacerlo, en mi pecho pude sentir algo. O recordar algo. Tenía una sensación cálida que me decía "está bien, no te preocupes". Y la dejé fluir, viendo tu sonrisa, viendo tus ojos observando ese cielo anaranjado que siempre observabas conmigo, con él. Se que en mi ausencia, él sabrá cuidar de ti. Confío en ello. Pero he descubierto algo...

Tú también perteneces a este lugar. Tú también tendrás que volver aquí algún día. Entonces, él se quedará solo. Por favor, cuídale mientras él te cuida a ti.

Cuando nos unamos en este sitio, lucharemos para volver a verle.

-Xion.

Invisible pero presente.

Sería normal no olvidar las cosas. Es prácticamente imposible, más de una vez, mirar atrás y no ver nada.

Cuando el día ya ha pasado, parece que nada nuevo puede ocurrir. Se acerca la noche y el sol se pone tras el más lejano horizonte. Sin embargo, a pesar de haber caído, haber sufrido y haber llorado, cuando miro atrás, una pequeña sonrisa de añoranza se muestra en mi cara.
Quisiera limpiar el mal nombre de la melancolía solo por ti.

Una pequeña luz que guardé para siempre en mi camino. Una mano a la que siempre me podré coger.
No importa las veces que caiga, no importa las veces que sufra ni las veces que llore.


Todo eso se esconde por vergüenza cuando estoy a tu lado.

El tiempo a veces a sido traicionero, queriendo distanciarnos. Y nuestras cabezas, descuidadas, no hicieron nada al respecto. Sin embargo, se que siempre estarás ahí cuando te necesite. No tengo que preocuparme por ello. Cuando todo parece desaparecer, de la nada, siempre apareces tú.
Nadie ha acordado ninguna cosa para que eso ocurra, pero ocurre. Como si olieses mi necesidad de ti, apareces para abrazarme, para hacerme compañía una vez más mientras el sol desaparece. Aunque a veces con el, desaparezco yo también...

Perdóname por si no soy lo que esperabas de mí.
Pero aunque dejes de verme, siempre estaré en algún lugar. Llámame cuando caigas, cuando sufras, cuando llores... Que mi hombro sigue dispuesto a servirte. Tus sonrisas son valiosas.

Quizá me olvides. Quizá mires atrás y no me veas. Pero yo estaré ahí.