Durmiendo de la realidad

Me paso el día durmiendo en busca de un sueño perfecto. De otro viaje maravilloso. De poder huir de la realidad.

No me interesa la realidad. Hay demasiadas pocas cosas que para mi tengan el suficiente valor como para volver a despertar. Y cuando estas te fallan, sólo quieres volver a dormirte.

En mis sueños siempre hay magia. Quizá hasta en las pesadillas. Siempre ocurre algo que me hace palpitar el corazón. Que me hace sentir viva. Más que la vida misma.

En la realidad, el cuerpo me duele, la voz no me sale, me cuesta prestar atención y entender a los demás. No sé hacerme ver. En la realidad sólo soy una hormiga, cohibida, temerosa. En los sueños puedo ser lo que yo quiera, puedo volar, puedo ser completamente sincera. No sólo con los demás. También conmigo misma.

Paso las horas despierta esperando un abrazo, unas caricias. Que me vuelvan a inducir a ese sueño, desde el amor, desde el cariño.

Quisiera dormir hasta que todos los problemas se solucionasen. Hasta que las injusticias terminasen. Hasta que la discriminación, el acoso y la violencia, fuesen palabras de un turbio y vergonzoso pasado. Pero esas cosas no van a ocurrir solas mientras duermo.

Intento aportar mi grano de arena cuando despierto. Pero la realidad me agota. Me agota mucho. Y las mentiras... Odio las mentiras. Cada mentira, me parte en mil pedazos.

Y me han mentido tanto... Me he roto tantas veces... Que ya creo que sólo soy polvo de estrellas.

Lo que sufres

Hace muchos años que camino a tu lado. Parece que tu imagen difusa por fin empieza a esclarecerse, pero con ella no vienen soluciones si no problemas. Veo que tu mundo se hace cuesta arriba y aún así, actúas indiferente, como has hecho siempre. Aunque a veces molesto, siempre preocupado por los demás.

Te he visto sufrir innumerables veces. Ninguna me ha gustado. Sé que te he dejado sólo mucho tiempo, muchas veces. Otras personas fueron llenando el hueco que no era capaz de mantener. Por mi falta de energía, mi falta de todo. Pero aún así, juraría que te conozco. Nunca tendré claro si yo soy para ti lo que tu eres para mí, pero aún así, no puedo mantenerme quieta ante tu llanto, tu llamada de auxilio, tu grito de ayuda. Mis dudas, quizá nunca sean más fuertes que mis sentimientos.

He llorado largas tardes pensando que te perdía, o que ya te había perdido. Incapaz de salir a por ti, incapaz de decírtelo, de decirte nada. Pero, de alguna forma y como siempre, tu volvías a aparecer. Venías a mí en mi tristeza. Quizá sea eso lo que me impide dejarte sólo en la tuya.

¿Qué clase de relación tenemos?
Tu eras la luz, yo era la sombra.

Ahora te miro y veo demasiadas preocupaciones. ¿Cómo vas a brillar de esa forma? Espero no sólo secar tus lágrimas si quieres mostrarlas, si no poder ayudarte a no derramarlas.

¿Sigues siendo la misma persona? A veces me lo pregunto, cuando pasan largos tiempos. Pero entonces me abrazas y pones mis piernas sobre las tuyas, tu cabeza en mi hombro y volvemos a ser lo que sea que hayamos sido siempre.

Hoy estás esperando mi ayuda. Es verano, prácticamente. Debería hacer sol, pero como siempre, la tormenta viene a ti. Y cuando lloras llueve, cuando gritas truena.

Iré a ayudarte a pesar de que todo sea de imprevisto. Aunque no se cómo. Sólo perdóname por mis ausencias.

Quizá tu seas a quién llevaba toda la vida buscando... ¿Quién sabe? Somos muy ciegos.

Y si no lo eres, tampoco importa. Porque aún así, para mí, eres mi hermano.

El espacio cabe en una gota de agua

Después de que el silencio se hiciera, después del terror, vagué por el espacio durante mucho, mucho tiempo. Pude ver las estrellas, como burbujas brotando de una fuente natural, siempre en la lejanía.

Después de que el silencio se hiciera, el silencio se vino conmigo. Durante siglos, flotando en mitad de la nada, compartimos pensamientos. Cuando puedes pensar mucho, sueles acabar sintiéndote triste. Y cuando piensas demasiado, quizá le llamen a eso depresión.

En algún momento tuve todo el universo entre mis manos. En todos los momentos de todas mis vidas vuelvo a tenerlo. En todos los universos me estoy meciendo. No hay un dueño del espacio. No hay quien aguante al otro. Sólo coexistimos, a la vez.

Durante aquella travesía, mis lágrimas se tornaron pequeñas piedras de agua, pequeño trocitos de hielo. Y mi respiración disminuyó hasta volverse el propio silencio. Aquél silencio que se hizo. Aquél que vino conmigo.

Estaba sola. No había nada, ni nadie. Más que mi propia imaginación, y la capacidad de poner nombre a aquello que me preocupase, que me aterrase.
Y en soledad seguí durante muchos atardeceres de diferentes lugares, cientos de amaneceres dobles de otros tantos, docenas de eclipses y mientras a su vez, unas estrellas morían, nacían otras. Como burbujas. Y yo fluía, como el agua de una fuente natural.

Siempre que despertaba de esa pesadilla, seguía estando sola. Siempre que despierto, sigo estando sola. Cuando despierte, seguiré estando sola. En silencio. En el espacio. Como en una burbuja.