Fragmentos.



Más allá, dentro de mi ser y mis recuerdos, guardo la búsqueda de unos fragmentos que algún día formaron un único ser. Como el loco que con recortes de revistas crea la cara de su mujer perfecta, yo busco entre las almas mi alma perfecta.

Sin embargo, tiempo ha, se rompió y esparció por todo el universo… Y la búsqueda, desde entonces, no ha cesado. Imposible amar a un solo ser, imposible no estar amándole a él.
Fuego al fuego, la mejor combinación. Pero cuando él está en diversos lugares...
¿Qué tipo de locura es esa? Si no puedo estar en ningún sitio… Buscaré su mirada entre todos.

Aquel día, el fuego se llevó a muchas personas. Las casas caían, los niños lloraban.
Y la sombra, esa sombra que rescaté, reía tras las llamas, me seguía, trataba de matarme.
Pero, como fuego al fuego, una llama me salvó de quemarme. Esa llama que encendía mi corazón cada día, esa llama que, tras ser cubierta de arena compacta, se apagó.

Lo guardo dentro de mí, y lo busco por todos lados. Es mi mayor pena, mi mayor presión, mi peor recuerdo. Lo olvido cuando sueño porque vuelvo a vivirlo desde cero. Diferentes lugares, diferentes ocasiones, incluso, quizá, distintas caras… Pero el fuego lo quemaba todo, como la primera vez. Y al despertar, locura y lágrimas a mi vienen, al ver que mire donde mire, su rostro real no aparece. No está el alma completa.

En mi mente, los besos se esparcen entre todos sus fragmentos. En mi interior, imposible se hace no amarlos, quererlos, cuidarlos. Desear tenderlos entre mis manos y llenarlos de cosas bonitas. Quisiera, necesitase, amase amarlo y lo buscase, en mi locura, en mi interior. Quisiera empapar con mi fragancia todos esos trocitos para que algún día, si se cruzasen, se uniesen poco a poco hasta formar uno solo.

Cuando el fuego dejó de quemarme, se volvió parte de mi vida.
Y desde entonces, es lo que más amo, lo que más temo…

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