Adiós


Es hora de llorarte.

Es hora de pensarte.

Es hora de decir lo que callaste.

Es hora de soñarte.

Es hora de soltarte.

Es hora de dejar ir

las mentiras que contaste.


Miraría el cielo por mi ventana,

pero estoy tan escondida, tan quemada,

que siempre bajo la persiana.


Buscaría la luna por las noches,

pero es tal su semblanza, su tez,

su silencio y su distancia,

que ya no resulta embriagador,

sino desgarrador.


Los poemas que callaba,

como olas en la playa,

tenían forma de pétalos de rosa,

olían a hierba, salitre,

sabían a esperanza.


Siempre lejos. Distante. Inalcanzable.

Como parte de otro plano, ajeno a mí.


Corrí contra los muros de piedra

cuando pedias ayuda,

perdí todos los dientes por intentar salvarte.

Pero tonta de mi,

no puedo ayudar a quien no quiere ayuda.


La pides, pero tu orgullo te hace rechazarla.

Te enfadas con quien te la da.

Agotador...


Te volviste importante.


Por parecerte a mí,

recordarme en un pasado.

Por todo lo que aprendí.

Pero mi amor crecía y crecía y tú...

Lo ignorabas mirando hacia otra parte.


Ahora es hora de apartarte.

Es hora de olvidarte.


Es hora de sangrar

todo lo que impedí que tu sangrases.

 Hora de reconocer estas heridas

 y dejar de mirarlas con añoranza y ternura,

 triste.


Es hora de cortar donde ya se había cortado

 y que las nuevas cicatrices...

no lleven tu nombre.


Lo sabes. Lo dije.


Yo, en su lugar;

me iría, me rendiría, no ocurriría.

No has tenido que pedirme que me vaya.


Incluso en una situación tan egoísta,

incluso con el corazón hecho pedazos

y la cabeza constantemente perdida,

sufriendo, agonizando...


No hace falta que pidas nada.


Sigo siendo un peón a tu merced,

tú eres la reina en esta partida de ajedrez.


Si pudiese curar todas esas heridas

 y dejar cicatrices bien limpias, cosidas, 

créeme, no me importaría quedarme sin vida.

 Si por esa falta de mí te llenases de dicha,

 si por ese motivo pudieses reír...


Si pudiese mimarte tanto como mereces

 y decir que te quiero cientos de veces, 

créeme, no me importaría sangrar un milenio. 

Si por esa falta tú sientieses jolgorio, 

si por ese acto floreces por dentro. 

Lo daría todo por verte un instante

 y que no estés lloviendo...


Y como soy yo, ya me he ido.

Y te miro, te miro, te miro.

En silencio te miro, sufriendo por dentro.


Quise protegerte de los lobos, cervatillo...

No esperaba que mis disparos para ahuyentarlos

te asustasen a ti también.


Pero es suficiente, he cumplido, he callado,

 has mentido, he llorado,

he esperado, he esperado,

he esperado...


Me pediste que te dejase de hablar,

no romperé mi palabra.

He seguido esperando.

Pero no hay respuesta.

Para los demás estás, para mi quizá nunca.


Por eso ahora, es hora de marcharme.


Es hora de dejarte.


Es hora de alejarme mientras

te sigo observando, en silencio,

viendo como no dejo

ningún hueco en tu vida.


Es hora de asumir que me engañaste,

que estaba en mi cabeza,

que soy todo un desastre.


Y que como la espuma en la arena,

sus burbujas solo fueron ilusiones,

absorbidas por la tierra,

confundidas con la realidad.


Es hora de decir que ya es demasiado tarde.

Que lo has hecho todo mal.


Y aunque te quiera,

no merece la pena todo esto.


Como dije...


Es hora de llorarte, pensarte,

soñarte y soltarte.


Que tengas un buen viaje.



Tú que luna tú




Tú que pintabas el infinito del universo y entre las nubes veías estrellas. Tan distante, tan frío, tan recto.

 Te miraba impresionada, llena de envidia porque tu pincel siempre pintaba más lejos. Casual, fortuito encuentro, inesperado golpe de ratón, ya estaba dentro. Éramos parte de un mismo equipo. Aprendiendo juntos hacia un nuevo futuro, soñando.

De alguna forma, al tiempo las palabras se tornaron risas, que asentaron confianza. 
Amistad, libertad, comprensión.

Y el punto al final de cada frase fue desapareciendo poco a poco. Y los osos fueron ocupando su lugar. Y los gruñidos se tornaron corazones, y la distancia empezó a distanciarse, dejando entre ambos un estrecho espacio, pero más que suficiente, era cómodo así.

 De cerca, riendo, mientras tu voz me calmaba y mis juegos te hacían preguntarte demasiadas cosas.

Tú que retabas y yo respondía, un dibujo sentado, un viaje, un día. En el césped tumbados, buscando una guía en el horizonte, algo especial que mirar en el cielo. Y el agua mojando las ilusiones, el miedo, las risas.

Bebiendo en el parque, 
decir tonterías. 
Perder las horas en noches de día.

Tú, que luna tú. Tú que tanta falta me hacías. Me diste la espalda, dejándome fría. Volví al principio, mis manos vacías.

Tú, y tu silencio.

Y ahora vuelve a parecer que tal vez me querías, que todo lo olvida el tiempo, como si no hubiesen heridas. Mentiras. Después de aprender a caminar otra vez, aún tengo pesadillas. Y preguntas, y espinas.

Y tú, que luna tú. Tú que tanta falta me hacías… Seguiste avanzando mientras yo me caía. Y lo veías.
Pero tú. Y tu silencio. 

¿Seguro que quieres romperlo ahora?

Al borde



Sólo quiero consumirme hasta desaparecer. Quiero volverme cada vez más pequeña, porque parece que así sería más visible. Más gente podría fijarse en mí. Pero a la vez no estoy segura de querer esa atención. Siento que no puedo llegar a disfrutar de nada y quiero dejar de existir. Pero a la vez la idea me aterra. Estoy constantemente bloqueada, paralizada. Viendo las horas pasar sin hacer nada. Deseando que llegue alguien que avive mi llama y me haga sentir viva de nuevo. O deseando que se apague del todo de una vez. Pero este sinvivir me está agotando. Ni siquiera podría describir las causas de forma concisa, me perdería en un mar de cosas y acabaría perdida... Me castigo, me torturo. Me aislo. Sufro por lo que me hago. Pero siento que no merezco nada. Creo que si sufro compensaré lo que hago. Creo que si sufro, podré darme cuenta de algo. Quiero despertarme. No quiero seguir sintiendo que la vida es esto. Perdida constantemente, recordando amores rotos, pasados, amistades olvidadas, fracasos, pérdidas, deudas... Quiero despertarme y sentirme feliz por ver el sol. Quiero ser capaz de disfrutar de nuevo un verano. Tener energía para hacer todo lo que es indispensable para vivir. Como comer, limpiar, tener higiene propia... Y que me sobre energía para hacer más cosas. Quiero disfrutar mi vida. Y lo veo inalcanzable... Así que, quiero desaparecer.

Desfogue familiar

A veces siento envidia de quienes tienen cerca a su familia. Es cierto que al final, familia es quien está contigo y no con quien compartes sangre. Hay gente de mi familia que ni siquiera conozco. Pero también hay gente con quien tengo bonitos recuerdos que ahora parecen inalcanzables. Por cosas de trabajo, yo nací a más de 1000km de dónde está prácticamente toda mi familia. Íbamos a visitarles una o dos veces al año hasta que mis padres se separaron y todo se volvió más difícil. A penas tengo recuerdos con mis abuelos. Ni siquiera puedo imaginar sus voces. De algunos primos mis últimos recuerdos son de cuando tenía unos 10 años. Después ellos ya eran grandes y siempre estaban ocupados. De otros directamente no sé nada. A veces pienso que debería darme igual, porque ni ellos piensan en mí ni yo en ellos. Pero no es del todo así. Yo sigo teniendo algunos recuerdos y la extraña sensación de que nunca podré encajar en ninguna familia. Mi padre casi nunca estaba en casa. Prácticamente me crió siempre mi madre. La poca familia que tengo cerca desde la ruptura la relación es diferente y las creencias e ideologías hacen la comunicación muy difícil. Siempre me siento atacada por ser como soy. Y a veces pienso que sólo tengo a mi madre pero se me da tan mal expresarme que tampoco hago nada al respecto. Cuando era niña y mi prima A. nació me puse celosa porque yo quería mucho a su madre y ella pasó a ser el centro de atención. Y aunque tuvimos algunas riñas creo que es la prima con la que más tiempo he estado. Y te echo de menos, hace años que no te veo. Creo que es la única que sigo sintiendo que está ahí. Igual porque, aunque poco, hablamos. Del resto... Bueno. Siempre ha sido difícil lidiar conmigo. Si me vas detrás me agobio y si me ignoras también. Me gustaría poder volver a ser una niña jugando sin preocupaciones. Ni siquiera se a dónde quiero llegar...

Cervatillo



Quiero protegerte de los lobos, cervatillo.
Dices que te asustan, que me quieres.
Pero si parpadeo estas con ellos. 
Sonriendo, encandilado.
Cervatillo, habitualmente eres engañado. 

Quiero protegerte de los lobos, cervatillo.
Pero si corro hacia ti te asustas y huyes,
me dejas a solas con ellos.
Me culpas de hacer ruido al llegar.
No sospechas que el peligro está en el silencio de sus pisadas y no en el ruido de las mías.

Y me dices que me quieres, y me dices
lo que temes y aun así vuelves
y vuelves y vuelves.

Te veo en espiral entre las zarzas,
me alejo sintiéndome impotente.
Y duermes y duermes y duermes.
Me quedo en silencio, te dejo tu espacio. Intento olvidarme y un día, sangrando, reapareces.

Quiero protegerte de los lobos, cervatillo. Pero no me dejas. Les crees cuando te dicen que se hablan con la luna. Y en realidad sólo aullan porque saben que al final, te van a comer.

Te alejas y vuelves. No es nada constante.
Y lo siento si soy menos interesante.
Pero no dejes que te cazen, cervatillo.
No quiero ahogarme en tus lluvias,
no quiero verte caer.

Quiero protegerte de los lobos, cervatillo.
Y sacaré mi escopeta sin titubear
si lo viese necesario.

Ten cuidado.

Tócame





Tócame, sí.
Que tus dedos, guitarrista,
sean acordes en mi piel.
Tócame, va.
Que mi voz te hará los coros,
sólo debes respirar.

Deja que sea tus canciones,
que te vea en ocasiones,
pero nunca me menciones,
no querría molestar.

Para ti las ovaciones,
para mi las conclusiones,
junto a ti las ilusiones,
no me quiero despertar.

Tócame, sí.
Tócame, va.

Me gusta



Me gusta la gente que la quiere de verdad. Y la gente a la que ella quiere. Pero sobretodo, me gusta ella. Gracias por cuidarla y por darle de nuevo significado a la palabra “familia” en mi vida.