Plumas como pétalos de flores


Hoy he soñado que alguien me perseguía. En plan autoridad. Estaba en una ciudad cerrada con una cúpula. Como una ciudad dentro de un edificio. Y dentro de ese edificio llovía. Era un lugar lleno de barro, con paredes de cemento húmedas y unas pocas ventanas por las que a penas entraba la luz del exterior.

Conseguí escapar de ahí y vi una vía de tren. La seguí corriendo, y llegué a una estación. Allí pregunté cómo llegar "a casa". Me dijeron que era la siguiente parada en una dirección. Yo me subí al tren. Y en el camino, vi "mi casa" a lo lejos. La cuál era un conjunto de edificios. Todos los edificios dónde he vivido, como formando una urbanización.

El tren pasó de largo, ni siquiera era esa línea. Pero me bajé en la primera parada, como dijeron. Alguien me perseguía y no podía quedarme en un sitio tan transcurrido como un tren.
La zona era árida, sin a penas vegetación y con altibajos de una tierra muy dura, muy seca. Justo en frente había una colina, bastante empinada. Y sobre ella, un edificio de paredes blancas y sucias, muy alto, que parecía una cárcel hecha de cal. 

El lugar parecía abandonado, así que entré. Pero no lo estaba. Habían niños encadenados a las paredes, y de vez en cuando, alguna especie de guardas con unos ridículos sombreros que parecían un tupé de pelo afro hacia arriba. Quizá algo similar a esos sombreros de la guardia rusa. Pero más ridículo.

Me escaqueé como pude entre cuartos y sombras, tras puertas, dónde podía. Pero ya sabían que estaba ahí. 

Acabé dentro de una especie de gallinero. Pero no eran gallinas. Esas aves tenían las plumas de tonos rosados. Y en un momento, de golpe, todas sus plumas cayeron y se formaron en bolas, ordenadas por tonalidad de rosa. Las cogí y las metí dentro de una carretilla. Me fui de ahí y llegué a un pabellón. Uno dónde, a un par de niños, les hacían jugar teóricamente a baloncesto. Aunque esas prácticas eran más bien una tortura con la intención de romperles los brazos.

Entonces, hice ruido. Me hice ver. Fui a por la carrerilla llena de bolas de plumas y corrí con ellas hasta la parte trasera del edificio. La cuál era un barranco dónde se podía ver el horizonte, precioso y verde, y azul. Y a mi derecha, un fin de parada de otra vía de tren.

Todos corrían detrás de mí. Y el viento sopló. Las plumas se levantaron y empezaron a bailar en el cielo, una danza romántica y pacífica. Todos estaban ensimismados mirando, entonces me giré en busca de una salida, y en ese momento, todos se paralizaron. "¿No lo has visto?", decían algunos de los niños.

Los adultos, los malos, se habían congelado en el tiempo. Como las plumas, las cuales parecían haber perdido toda su gracia, y como si pesasen más que piedras o la brisa hubiese dejado de soplar, cayeron de golpe sobre la gravilla de esa nueva vía de tren.

Corrimos todos a liberar a los que seguían atados, y cuando todos estaban libres, cogimos aquél balón de la tortura, y empezamos a jugar. Entonces me acerqué a la gravilla y vi esas plumas en distinto tono de rosa, ahí tiradas, como si no fuesen nadas. Pero yo sabía que sí.

Cogí una pluma de rosa intenso, y aunque era completamente bella, en mi mano se deshacía. Sentí que el tiempo retrocedía. El resto de plumas volvían a alzar vuelo, a mi alrededor todo estaba paralizado. Solté la pluma, que estaba por desaparecer y entonces, desaparecí yo. Desperté.

El miedo


El miedo. Dicen que hay que afrontarlo de cara, pero para algunos es más fácil que para otros. Como con todo, supongo.
Creo que pocas veces he tenido miedo sobre el futuro, pero cuando lo he tenido, es realmente molesto. Por un momento todo parece un día soleado y de golpe, se carga de nubes. Puede que sólo estén en mi imaginación, ¿quién sabe?

Los diferentes caminos que ante mi se abren, todos, me aterran a su manera. Y ninguno se corresponde del todo con mis deseos, con lo que pretendo hacer con mi vida...

Cuando pienso en cosas como esta, me planteo, ¿no era la vida lo que ocurría mientras hacías planes? Supongo que esta es la que me está ocurriendo. 
Me gustaría de nuevo despreocuparme de todo. Me gustaría tener una mentalidad más budista. Dejar ir las cosas. "Danshari, danshari". 

Quiero sonreírle al futuro aunque me asuste. ¿Seré lo suficientemente fuerte? Tener miedo al miedo, ¿es algo coherente? Siento que todo a mi alrededor está en plena colisión. A lo mejor suena estupido, y desconecta totalmente con lo que llevaba siendo este blog, pero... Me alegro de haber llegado a tiempo para U's.

Supongo que me dejaré llevar. Seguiré estudiando japonés. Haré más camisetas. Puede que vuelva a doblar. Y miraré ese cielo nublado, que aunque no siempre esté así, es el que yo recuerdo.

Querer y no.


Quieres irte pero no quieres salir. Quieres esconderte dentro de ti mismo. En el horizonte, en el vacío de las montañas, dónde cuando llueve nadie mira. Dónde la música suena solitaria. Siempre. 

Quieres evadirte pero no puedes moverte, no sabes como huir. Miras a través de una ventana que no lleva a ninguna parte. Oyes gritos, golpes. Hay alguien que te insulta.

Enciendes la luz porque te falta el sol. Pero alguien viene y la apaga. Y mete la mano en tus heridas, creyéndose mejor, y se marcha.

Quieres estar sólo, lejos. Muy lejos. Dentro de tu cama. Sentir el calor de las mantas y el frío de la brisa. Quieres ver las gotas resbalando alrededor de esa cúpula que te protege y te aisla del mundo. Pero en realidad la lluvia cae sobre ti. Aunque nunca estés fuera, ya no sabes si lo que moja tu cara son las gotas o tus propias lágrimas. Porque en realidad nada la moja.

Te pesa respirar, te cuesta sonreír, no quieres hacer nada. Absolutamente nada. Ni siquiera lo que te gusta hacer.
Esperas que todos se vayan y que una mano gigante quite el techo de tu cuarto, para así por las noches, poder ver el cielo estrellado. Pero para ti, sólo hay nubes.

En tu cabeza estás allí, sentado, en una colina de flores, bajo una leve lluvia. Observando la montaña en armonía, en silencio. Sin nadie más. Pero en realidad, estás postrado en tu cama, escribiendo cosas como esta, porque no quieres despertar de tu trance y de nuevo oír los gritos. Los insultos. Tratas de ignorarlo. Pero en realidad no puedes. Quieres llorar porque sientes que nadie te comprende. Sabes que no es así, pero así lo sientes. Y mientras tu alrededor siga tan nublado, así lo seguirás sintiendo...

Los niños lloran. Y tu quieres irte.
Pero no quieres salir.