Tú que luna tú




Tú que pintabas el infinito del universo y entre las nubes veías estrellas. Tan distante, tan frío, tan recto.

 Te miraba impresionada, llena de envidia porque tu pincel siempre pintaba más lejos. Casual, fortuito encuentro, inesperado golpe de ratón, ya estaba dentro. Éramos parte de un mismo equipo. Aprendiendo juntos hacia un nuevo futuro, soñando.

De alguna forma, al tiempo las palabras se tornaron risas, que asentaron confianza. 
Amistad, libertad, comprensión.

Y el punto al final de cada frase fue desapareciendo poco a poco. Y los osos fueron ocupando su lugar. Y los gruñidos se tornaron corazones, y la distancia empezó a distanciarse, dejando entre ambos un estrecho espacio, pero más que suficiente, era cómodo así.

 De cerca, riendo, mientras tu voz me calmaba y mis juegos te hacían preguntarte demasiadas cosas.

Tú que retabas y yo respondía, un dibujo sentado, un viaje, un día. En el césped tumbados, buscando una guía en el horizonte, algo especial que mirar en el cielo. Y el agua mojando las ilusiones, el miedo, las risas.

Bebiendo en el parque, 
decir tonterías. 
Perder las horas en noches de día.

Tú, que luna tú. Tú que tanta falta me hacías. Me diste la espalda, dejándome fría. Volví al principio, mis manos vacías.

Tú, y tu silencio.

Y ahora vuelve a parecer que tal vez me querías, que todo lo olvida el tiempo, como si no hubiesen heridas. Mentiras. Después de aprender a caminar otra vez, aún tengo pesadillas. Y preguntas, y espinas.

Y tú, que luna tú. Tú que tanta falta me hacías… Seguiste avanzando mientras yo me caía. Y lo veías.
Pero tú. Y tu silencio. 

¿Seguro que quieres romperlo ahora?