Recuerdo.


Recuerdo que cuando era pequeña, solía saltar, gritar, reír y subirme a los sitios. Recuerdo que era hiperactiva y graciosa. Incluso creo que era bonita. Recuerdo pasármelo bien.

Recuerdo un día, en el que descubrí que jugar a la pelota era más divertido que jugar con muñecas. Recuerdo un día en el que descubrí que las series para chicos, me gustaban más que las series para chicas. Recuerdo pasármelo bien.

Recuerdo un día en el que se me juzgó por mis gustos. Recuerdo un día en el que se me hizo el vacío por ellos. Recuerdo quedarme sola, por pensar lo que pensaba. Recuerdo estar sola, y pasármelo bien.

Recuerdo estar sola y ser criticada por ello. Recuerdo a la gente perseguirme para molestarme, por ser diferente. Recuerdo empujones y risas. Recuerdo que esos días eran un poco más grises. Recuerdo apagarme.

Recuerdo quedarme sola y aburrida, en una esquina del patio del recreo, mirando como otros chismeaban, me miraba y se reían. Recuerdo ver a los demás pasándoselo bien y estar yo jugando dentro de mi imaginación. Recuerdo una media sonrisa forzosa.

Recuerdo un puñetazo en la cara por llevar ropa de deporte. Recuerdo como costaba respirar, el calor del golpe y el frío de la bolsa congelada que me puso mi madre en la cara. Recuerdo que esas cosas olían a sangre.

Recuerdo volverme triste y miedosa. Recuerdo andar cabizbaja y en las nubes. Recuerdo continuar jugando dentro de mi cabeza mientras alguien, cualquiera, quien fuera, me escupía o me hacía la zancadilla. Recuerdo mechones de pelo perdidos.

Recuerdo la intimidación en las esquinas, en sitios oscuros. Los insultos, pellizcos, golpes. Recuerdo las persecuciones corriendo hasta casa, evitando lanzamientos de piedras y golpes de palos de escoba. Recuerdo llorar.

Recuerdo a personas para mi desconocidas, poniendo a aquellos que me hablaban sin maldad en mi contra. Recuerdo todo muy oscuro, abstracto, ambiguo. Como si quisiera olvidarlo, pero lo recuerdo.

Recuerdo encerronas en el baño, intentos de supuestas violaciones por niños en edades poco decentes. Recuerdo como me robaban el dinero, la comida, los lápices. Recuerdo esos lápices rotos.

Recuerdo una vez que me rompieron un dibujo. Dibujar siempre fue una forma de evadirme. Recuerdo pelear, defenderme. Recuerdo caer por la ventana de un segundo piso. Gracias a un árbol no me partí la cabeza.

Recuerdo días fríos de invierno en los que grupos de chavales me lanzaron a la fría agua del río. Recuerdo sus comentarios crueles y sus carcajadas. Recuerdo ver el odio en sus ojos, en los míos.

Recuerdo que nunca venían solos, por miedo, por si fuese más fuerte de lo que pensaban. Recuerdo tener tanto miedo yo que no podría ni esconderlo, ni tratarlo. Recuerdo los nervios, el estrés. Recuerdo problemas cardíacos.

Recuerdo encontrar algo que me gustase, algo que el resto de gente no conocía. Recuerdo volver a sonreír con eso, quizá un poco, ser feliz. Recuerdo cantar, y recuerdo a la gente burlándose de mí por cantar.

Recuerdo mi ropa sucia; como mi pelo, rota; como mis libros, rayada; como mi mesa. Por culpa de la gracia de otros, por culpa de negarme a llevar una falda, enseñar el ombligo, hablar de sexo. Por cualquier cosa. Desde que encontraron de dónde tirar, recuerdo que lo hicieron siempre.

Recuerdo andar por los pasillos del instituto y llegar al punto de ver a alguien y soltarlo todo, salir corriendo, llorado. Recuerdo abrazarme al primer profesor que pasase. Recuerdo a la gente reírse por mi miedo, disfrutarlo.

Recuerdo no tener material para estudiar. Recuerdo suspender y repetir curso. Recuerdo a niños más pequeños que yo metiéndose conmigo. Recuerdo los golpes contra el suelo duro, el barro, el asfalto o las paredes. Los pellizcos, los disparos en la cara de pistolas de juguete.

Recuerdo saber que ellos debían ser más infelices. Recuerdo no poder defenderme. Recuerdo ir a la policía y que no hiciese nada al respecto. Recuerdo ir a los profesores, y que, con suerte, solo uno hablase conmigo y al final, tampoco pusiera una solución.

Recuerdo el peor día. Recuerdo los golpes a una amiga. Mi única amiga. Recuerdo su llanto, su cara llena de barro, de zumo. Desnuda en el patio, despeinada, con la espalda llena de cortes, rodeada de piedras y niños. Recuerdo querer ir a ayudarla, como fuese, aunque recibiese los golpes yo, para compartirlos con ella, para que no fuese tanto, porque aquello era demasiado y a ella nunca le había ocurrido. Recuerdo a un profesor agarrándome con todas sus fuerzas para impedirme ir a ayudar. Recuerdo pegarle, morderle, pisarle, gritar y gritar hasta el punto de llamar la atención de todos. Recuerdo que nadie ayudaba. Ni a mí ni a ella. Lo recuerdo bien.

Recuerdo a mi padre desentendiéndose, diciendo que no sería para tanto. Recuerdo a mi madre en reuniones con la directora y en la policía cada semana, para que no le hiciesen ni caso. La recuerdo saliendo del trabajo cualquier día, porque la llamase para que viniera a rescatarme. Recuerdo irme del instituto sin motivo. Recuerdo tener siempre mala cara.

Recuerdo cuando cogí pánico a subir esa cuesta que me llevaba al infierno de los estudios, no por ellos si no por sus estudiantes. Recuerdo empezar a estar enferma cada mañana, recuerdo agravar mis problemas cardíacos, recuerdo no ir.

Recuerdo las mañanas en la cama, estudiando sola para ir solo a los exámenes. Recuerdo el apoyo de algunos profesores, recuerdo los quejidos de mi madre diciendo "pero deberías ir igualmente". Recuerdo aprobar los exámenes. Recuerdo suspender por faltas de asistencia. Quizá debería haber ido igualmente, pero recuerdo que no quería.

Recuerdo volverme una persona muy callada, que se evade fácilmente de las cosas. Recuerdo estar siempre en las nubes y despistarme con todo. Recuerdo mirar el cielo, el infinito, el vacío, como si hubiese ahí algo. Algo para mí. Quisiera recordar que lo había. Todo era muy vacío, frío, solitario.

Recuerdo un día en el que una de esas personas que siempre, durante diez años, se encargó de hacerme el día a día imposible. La recuerdo llorando, en el suelo, sin nadie a su lado. Recuerdo que al verme se levantó y recuerdo asustarme. Recuerdo ver como pretendía irse, sin hacerme nada, sin decirme nada, como fingiendo que no le había visto llorar. Recuerdo abrazar a esa persona, a la cual estaba odiando más que a nadie, a la cual le abriría la cabeza y disfrutaría estrujando sus sesos. Recuerdo como lloraba, intentando decir algo y sin decir nada. Recuerdo que vi lo débiles que eran esas personas. Recuerdo que me sentí sin causa, sin razón.

Recuerdo lamentarme por mi, y aun peor, lamentarme por ellos. Recuerdo que esa persona nunca volvió a hacerme nada malo. Tampoco me ayudó, pero no me hizo nada más.

Pero eso no bastaba para solucionar todo lo demás. Quizá nunca bastaría.

 ...

Recuerdo cuando era feliz e hiperactiva. Cuando me reía cada día, cuando me lo pasaba bien. Recuerdo que una puta estupidez cambió todo eso. Recuerdo odio, tristeza y llantos. Y me encuentro siempre dentro de la melancolía.

Odio cuando recuerdo todo esto, porque, en algún lugar, cada día, sigue ocurriéndole a otras personas. Odio ver que existe todavía. Me encantaría olvidarlo porque nunca nadie más lo mencionase. Que nunca nadie más lo mencionase porque eso ya no existiera. Que no existiera porque hubiese más buena gente.

Recuerdo que los niños, aunque traviesos, son buenos. Son buenos hasta que razonan, hasta que crecen, hasta que sus padres, o quien quiera que les eduque, lo hace mal. Lo hace terriblemente mal. Fatal. Horripilantemente mal. Por eso odio a los malos padres. Porque los malos padres, tienen malos hijos. Como la fruta que pudre el cesto.

Quizá por eso a veces quiero ser madre, buscando una solución, pero... ¿Y si mi hijo pasase por lo mismo que yo? ¿Y si la policía tampoco hiciese nada? ¿A cuántos colegios debería ir? ¿Que haría? Me odiaría a mi misma si no pudiese defenderle...

O peor aún... ¿Y si yo fuese mala madre? ¿Y si mi hijo fuese uno de esos que pegan a los demás?¿Que haría con él? ¿Qué haría conmigo? ¿Le cogería en brazos para saltar al vacío?

Recuerdo una vez, en mi adolescencia, perseguir a un grupo de jóvenes para proteger a uno al que le iban tirando zapatos. Recuerdo echarles la bronca y tranquilizar al perseguido.

Recuerdo una vez, muy pequeña, que llevaba una muñeca en brazos, caí por las escaleras, que eran veintiocho, y me llené de golpes para protegerla, para dejarla arriba. Nunca rompí nada.

Pero hoy... quizá le rompería el cráneo a más de uno.

Yo lo recuerdo. Recuerdo todo eso. No recuerdo muchas otras cosas, pero recuerdo lo mal que lo pasé y recuerdo que sé que no quiero que esto siga ocurriendo. Pero, ¿qué hago? ¿Voy a patrullar los institutos? ¿Qué hago...?

No soy solo yo. Somos todos. Todos tenemos que hacer algo. Algo más. En esas situaciones, el mundo se torna gris, oscuro, extraño. Es difícil recordar el nombre y la cara de la gente. Parece que estás en una burbuja muy pequeña y más allá de ella, siempre es de noche, todos son monstruos. Yo lo recuerdo así.

3 comentarios:

  1. Recuerdo muchas de esas cosas, aun torturandome en momentos de debilidad, lo que mas me aterra es ver que hay personas que aun han sufrido peores destinos que el mio, aunque para mi lo mio fuese el mayor infierno, cuando consideras algo como un limite y ves cosas como lo que escribes, que superan por mucho ese limite que te habias imaginado, es que solo puedes sentir terror.

    Todabia tengo muchas secuelas de esa epoca que hasta los 16 años no deje atras, la verdad es que muchos profesores se lavan las manos porque hay mucho padre conflictivo y no quieren mojarse mas de lo necesario. El problema es cuando no se molestan ni en darse cuenta, mi madre ni se dio cuenta ni a mi padre le interesaba lo mas minimo, nadie me ha enseñado a defenderme de ninguna manera asi que, si no sabemos defendernos, ¿Como vamos a defendernos del bulling?

    No tengo tanto miedo con mis futuros hijos, les iria enseñando que deben aprender a defenderse, y no solo fisicamente, porque el bulling siempre nace de la debilidad. No se como puede superarse algo asi, pero si que se necesita mucho apoyo, autoestima y autoconfianza para combatirlo, tambien que el resto de personas cumplan un minimo por su parte, porque nunca entendere la poca importancia que se le da al bulling, pero bueno. Lo que mas duro se me hace leer es porque aqui las niñas siempre han estado protegidas, pegar a una chica era muy deshonorable y por ello nadie lo hacia.

    Ojala algun dia todo termine.

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  2. El mundo está lleno de gente cruel, pero creo que esa gente, igual que aquel chico, solo necesitan un abrazo en el momento oportuno... ya que sus padres no le dieron una hostia cuando la merecieron, claro.

    Yo todo eso lo estuve pasando prácticamente desde primero o segundo de primaria hasta tercero de la ESO, teniendo en cuenta que repetí primero de la ESO.

    Yo si sabía defenderme, pero no podía. Normalmente era demasiada gente contra mí y se me hacía imposible. Y por otra parte, tenía dos estúpidas ilusiones... La primera, que alguien viniese a salvarme. La segunda, que quienes me hacían eso, se diesen cuenta de que no era algo agradable y parasen.

    Yo siempre me cuestiono muchas cosas sobre mis hijos y su futuro. Me encantan los niños pero tengo tanto miedo a ese tema que a veces pienso que no quiero ser madre.

    Sobre la dificultad de superar algo así... podría en parte decirte que se necesita tanto que lo superas a la mínima que puedes, y a la vez que es tan duro, que nunca terminas de superarlo. Podría ser que te vuelves un poco más agradecido de la compañía y de las buenas personas, pero nunca pierdes del todo el miedo a los demás...

    Aquí y creo que como en casi todas partes, las niñas estaban protegidas. Muchos de los que me pegaban presumían de ser "unos caballeros". Pero es que para ojos de esa gente, yo no era una niña. Yo era un monstruo, una cosa rara, algo diferente. A mí no había que protegerme. Para ellos, a mí había que eliminarme...

    Gracias por tu comentario y si, ojalá todo esto terminase algún día...

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