Mi ventana hacia la luna.


Siempre me encuentro mirando por esta ventana. Es una ventana que parece reflejar luz, pero que en realidad, no hace nada.

Me paso las horas aquí, buscando la luna llena. Buscando algo que busqué siempre. Parece que si alzo un poco más la vista, puedo verla, pero no alumbra suficiente. Y me siento sola en mis recuerdos, sola en mi presente.

El vacío del ahora es gris, transparente. Tiene tonos saturados por la luz del sol, pero no es mi luna creciente. No es lo que busco, no es lo que nadie siente. Es decir, es algo común. Porque, por algún motivo, vivimos avanzando de espaldas, y cuando queremos ver hacia delante, usamos un retrovisor. Porque, por algún motivo, la vida es una paradoja constante.

Siento vergüenza de muchos aspectos de mí, de muchas cosas que pienso. No me avergüenzo de ello, pero siento vergüenza al pensarlo, por decir “¿Yo debería ser así?” o más bien al saber “Yo no soy así” y no decirlo.

Por las noches siempre me cuesta dormir. Miro el tejado de mis ilusiones, donde puedo ver un cielo puntillado por estrellas, un cielo que me absorbe. Y mientras tanto, pienso en todas las posibilidades que existen de mi actual presente, de mi actual futuro. Y en vez de dormir, sueño para dormirme. Sueño despierta.

Siempre me encuentro mirando por esta ventana. Una ventana que lo contiene todo. Una ventana que no transmite nada. Me alejo de la realidad, para así buscar mejor mi luna. Parece reflejar luz, pero en realidad, no hace nada.

Por eso, podría ser, que nunca encuentre mi ansiada. Y pierda siempre las horas, buscándola.

Y si la luna tuviese sentimientos… ¿también rompería su corazón?

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